La reserva de Dios

«Cuando se deja de creer en Dios, enseguida se cree en

cualquier cosa» Chesterton

 

Es muy interesante hacer un recorrido anual y de manera

sistemática por toda la Escritura. Creo que cada creyente,

que se prepara para vivir con Dios por toda la eternidad

debe comenzar, desde este lado de la eternidad, a conocer

el caracter de Dios y de las personas que compartirán con

él la vida eterna.

Hoy, leyendo otra vez la carta que le escribió el apóstol Pablo

a los cristianos de Roma, me encontré con este pasaje, que

me llamó la atención de forma muy particular:

«Me he reservado siete mil hombres, que no han doblado

la rodilla delante de Baal» (Romanos 11:4)

El apóstol Pablo hace referencia a un caso mencionado en el

Antiguo Testamento, que narra una época muy triste por

la cual pasó el pueblo de Israel. Un tiempo en el cual

el pueblo escogido por Dios, y sacado de la esclavitud de Egipto

de una manera gloriosa, ahora se había apartado del Dios vivo y

verdadero para adorar a los ídolos de esa época, entre ellos a

Baal.

Dios, en un intento final de hacer que el pueblo reflexione y

salga del engaño en el cual había caído, otra vez, le pide al

profeta Elías que haga algo. Elías cumple. Dios de manifiesta;

pero entonces Elías fue perseguido por la reina Jezabel y Elías

huye.

Todo el caso se puede leer en 1 Reyes 17-19 en el Antiguo

Testamento.

Cuando Dios le sale al encuentro a Elías, le pregunta:

«¿Qué haces aquí, Elías? Él respondió: He sentido un vivo

celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de

Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han

matado a todos tus profetas; y sólo yo he quedado, y me

buscan para quitarme la vida» (1Reyes 19: 9,10)

 

El apóstol Pablo usa este caso para recordar a los gentiles

que Dios no ha desechado a su pueblo. Lo disciplina, si,

pero no lo desecha, porque el pacto con su pueblo es eterno.

Ahora bien, muchas veces sucede con nosotros lo mismo que

le pasó a Elías. En dificultades buscamos a Dios y él en su

misericordia responde en forma grandiosa y se glorifica,

pero los enemigos de Dios desatan una persecusión

contra todos aquellos que se le oponen, porque hay que

recordar que es una lucha de poder espiritual.

No podemos olvidar tampoco a quién le entregó Adán el reino

que Dios le había dado a él (Génesis 2, 3) Lo importante es

recordar a quién le debemos obediencia y fidelidad.

 

«¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera.

Porque yo soy israelita, de la descendencia de Abraham,

de la tribu de Benjamín. No ha desechado Dios a su pueblo,

el cual desde antes conoció. ¿O no sabéis qué dice de Elías

la Escritura, cómo invoca a Dios contra Israel, diciendo:

Señor, a tus profetas han dado muerte, y tus altares ha

derribado; y sólo yo he quedado, y procuran matarme? Pero

qué le dice la divina respuesta? Me he reservado siete mil

hombres, que no han doblado la rodilla delante de Baal. Así

también aun en este tiempo ha quedado un remanente

escogido por gracia» Romanos 11:1-5

Dios se había reservado siete mil personas en todo ese país que

se mantenian fiel y en obediencia a sus preceptos y

madamientos. Para mí es algo maravilloso leer esto y recordar

que de Dios es el poder. En cada lugar sobre la faz de la tierra

hay personas que decidida y voluntariamente se entregan a

Dios en espíritu, alma y cuerpo para amar y servir.

Muchas veces creemos que estamos solos, pero no es así.

Dios sigue al mando de este mundo, aunque algunas

autoridades delegadas se hayan desviado de su misión.

En el libro de los Hechos de los Apóstoles se nos dice que Dios

nos da su poder para que seamos testigos de él (Hechos 1:8)

El propósito ha de ser extender el reino de Dios sobre la tierra,

no crear reinos paralelos.

Es tan fácil ceder ante lo momentáneo, lo urgente, que

olvidamos lo eterno, lo trascendente.

 

«Jesucristo, quien habiendo subido al cielo está a la diestra de

Dios; y a él están sujetos ángeles, autoridades y potestades»

1 Pedro 3:22

 

Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie viene al

Padre Celestial sino a travé de él. Juan 14:6

 

«El secreto de la existencia no consiste solamente en vivir,

sino en saber para qué se vive» Fiodor Dostoievski

 

«Un cristiano enfeliz es un cristiano mal informado.

El conocer a Dios da libertad» Tony Evans

 

El apóstol Pedro nos aconseja que hagamos el bien sin temer a

las amenazas. Dios siempre está presente!

 

«Me hallé en la ridícula situación de creer que me sostenía sólo: estando en realidad sostenido por toda la cristiandad»

Chesterton

Por la vida

Que fácil es tergiversar las palabras

Quitar un punto o acento de aquí o allá

Y al final la frase suena tan distinta

que nada tiene que ver con el original

 

Mirando nuestro mundo hoy se me ocurre que

puede que nuestra trampa sea igual

Hemos hecho nuestro lo que en un principio

era un préstamo que Dios nos hizo cuando nos dio

vida con el aire, nos dio luz con las estrellas y

el romance de la luna con el mar

Nos dio el fuego y nos dio el agua

Nos dio el valle y la montaña y

el regalo de la voz para cantar

Nos hizo como niños. Nos dio juegos de valor

Cierta dosis de cariño. Nos dio sueños Nos dio humor

Nos dio la vida. La vida él nos dio

Sin razón alguna nos amó

 

Es tiempo de empezar por el principio

Miarar al cielo y volver a empezar

Es hora de entender que nada es nuestro

que todo lo tendremos que entregar

Que solamente en Dios está la vida

y solamente él la puede quitar

Vivimos de prestado y tarde o temprano

nos veremos cara a cara, frente a frente

con Aquel que nos dio la vida con el aire

Nos dio luz con las estrellas y el romance

de la luna con el mar

Nos dio el fuego y nos dio el agua

Nos dio el valle y la montaña

y el regalo de la voz para cantar

Y nos hizo como niños Nos dio juegos de valor

Cierta dosis de cariño. Nos dio sueños. Nos dio humor

Nos dio la vida. La vida él nos dio.

//Sin razón alguna nos amó//

 

Es un regalo de Dios. Nos dio la vida

Lo que en un principio fue un préstamo

hoy nos creemos que es nuestro

 

Es un regalo de Dios. Nos dio la vida

Todo lo tendremos que entregar

Dios da la vida y solo él la puede quitar

 

Es un regalo de Dios. Nos dio la vida

Vida con el aire, luz con las estrellas

Y un montón de cosas bellas

 

Es un regalo de Dios. Nos dio la vida

El romance de la luna con el mar

Y el regalo de la voz para cantar

 

Es un regalo de Dios. Nos dio la vida

¡Gracias!

Nos dio el fuego. Nos dio el agua.

Nos dio el valle y la montaña

 

Es un regalo. Nos dio la vida

Y tendremos que dar cuenta

Nos veremos cara a cara con Aquel que da la vida

 

Es un regalo. Nos dio la vida

No es un derecho, Es un regalo

A veces se nos olvida

Canción de Alex D´Castro

Las bases del reino de Dios

Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron

a él sus discípulos. Y abriendo su boca, les enseñaba,

diciendo:

Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos

es el reino de los cielos.

Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán

consolación.

Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la

tierra por heredad.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,

porque ellos serán saciados.

Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos

verán a Dios.

Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán

llamados hijos de Dios.

Bienaventurados los que padecen persecución por causa

de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. 

Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen

y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros,

mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón

es grande en los cielos; porque así persiguieron a los

profetas que fueron antes de vosotros. 

Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se

desvaneciere, ¿con que será salada? No sirve más para

nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.

Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre

un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz

y se pone debajo de una vasija, sino sobre el candelero

para que alumbre a todos los que están en casa.

Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que

vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre

que está en los cielos.

No penséis que he venido a abolir la Ley, sino a cumplir,

porque de cierto os digo que antes que pasen el cielo

y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la Ley, hasta

que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera

que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños

y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en

el reino de los cielos, pero cualquiera que los cumpla y

los enseñe, este será llamado grande en el reino de los

cielos.

Oísteis que fue dicho a los antiguos: «No matarás»

y cualquiera que mate será culpable en el juicio. Pero yo os

digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será

culpable de juicio; y cualquiera que diga «Necio» a su hermano,

será culpable ante el Concilio; y cualquiera que le diga

«Fatuo» quedará expuesto al infierno de fuego. Por tanto,

si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu

hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante

del altar y ve, reconcíliate primero con tu hermano,

y entonces vuelve y presenta tu ofrenda. Ponte de

acuerdo pronto con tu adversario, entretanto que estás

con él en el camino, no sea que el adversario te entregue

al juez, y el juez al guardia, y seas echado en la cárcel.

De cierto te digo que no saldrás de allí hasta que pagues

el último cuadrante.

Oíste que fue dicho: «No cometerás adulterio» Pero yo os

digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla,

ya adulteró con ella en su corazón.

Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo

y échalo de ti, pues mejor te es que se pierda uno de tus

miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.

Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala y échala

de ti, pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros,

y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.

También fue dicho: «Cualquiera que repudie a su mujer,

déle carta de divorcio» Pero yo os digo que el que repudia

a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella

adultere, y el que se casa con la repudiada, comete adulterio. 

Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: «No jurarás

en falso, sino que cumplirás al Señor tus juramentos»

Pero yo os digo: No juréis de ninguna manera; ni por el cielo,

porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el

estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad

del gran Rey. Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes

hacer blanco o negro un solo cabello. Pero sea vuestro si,

cuando sea si; y vuestro no, cuando sea no, porque lo que

es más de esto, de mal procede.

Oísteis que fue dicho: «Ojo por ojo y diente por diente»

Pero yo os digo: No resistas al que es malo;

antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha,

vuélvele también la otra; al que quiera ponerte a pleito

y quitarte la túnica, déjale también la capa; a cualquiera que

te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos.

Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado,

no se lo niegues.

Oísteis que fue dicho: «Amarás a tu prójimo y odiarás a tu

enemigo» Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos,

bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os

aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen,

para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los

cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos y llover

sobre justos e injustos. Si amáis a los que os aman,

¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo

los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente,

¿qué hacéis demás? ¿No hacen también así los gentiles?

Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está

en los cielos es perfecto.

Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres

para ser vistos por ellos; de otra manera no tendréis

recompensa de vuestro Padre que está en los cielos.

Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante

de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles,

para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya

tienen su recompensa. Más cuando tú des limosna, no sepa tu

izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en

secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en

público.

Cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman

el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de la calles,

para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tiene

su recompensa. Más cuando tú ores, entra en tu habitación,

y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto;

y tu Padre que está en secreto te recompensará en público.

Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles,

que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis,

pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué

cosa tenéis necesidad, antes de que vosotros le pidáis.

Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los

cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu

voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.

El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos

nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a

nuestros deudores. Y no nos dejes caer en la tentación

y líbranos del mal; porque tuyo es el reino, el poder y la gloria.

Amén. Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas,

os perdonará también vuestro Padre celestial; más si no

perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre

os perdonará vuestras ofensas… Mateo 5-6:15

Adán y Cristo

Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios

por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien

también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual

estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la

gloria de Dios. Y no solo esto, sino que también nos

gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la

tribulación produce paciencia; y la paciencia prueba;

y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergûenza,

porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros

corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.

Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió

por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por

un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir

por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con

nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió

por nosotros. Pues mucho más estando ya justificados

en su sangre, por él seremos salvos de la ira.

Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados

con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando

reconciliados, seremos salvos por su vida.

Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios

por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos

recibido ahora la reconciliación.

Por tanto, como el pecado entró en el mundo por

un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó

a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.

Pues antes de la Ley, había pecado en el mundo;

pero donde no hay Ley, no se inculpa de pecado.

No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés,

aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión

de Adán, el cual es figura del que había de venir.

Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la

transgresión de aquel uno murieron los muchos,

abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don

de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo.

Y con el don no sucede como en el caso de aquel uno que

pecó; porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo

pecado para condenación, pero el don vino a causa de

muchas transgresiones para justificación.

Si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho

más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que

reciben la abundancia de la gracia y el don de la justicia.

Asi que, como en la transgresión de uno vino la

condenación a todos los hombres, de la misma manera

por la justicia de uno vino a todos los hombres la

justificación de vida. Porque así como por la

desobediencia de un hombre los muchos fueron

constituidos pecadores, así también por la obediencia

de uno, los muchos serán constituidos justos.

Pero la Ley se introdujo para que el pecado abundase;

mas cuando abundó el pecado, sabreabundó la gracia;

para que así como el pecado reinó para muerte, así

también la gracia reine por la justicia para vida eterna

mediante Jesucristo, nuestro Señor.

¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado

para que la gracia abunde? En ninguna manera.

Porque los que hemos muerto al pecado,

¿cómo viviremos aún en él? ¿O no sabéis que todos los

que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido

bautizados en su muerte? Porque somos sepulatados

juntamente con él para muerte en el bautismo, a fin de

que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria

del Padre, así también nosotros andemos en nueva vida.

Porque si fuimos plantados justamente con él en la

semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de

su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre

fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del

pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al

pecado. Porque el que ha muerto, ha sido justificado del

pecado. Y si morimos con Cristo, creemos que también

viviremos con él; sabiendo que Cristo, habiendo

resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte ya no

se enseñoreará más de él.

Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por

todas; mas en cuanto vive, para Dios vive.

Así también vosotros consideraos muertos al pecado,

pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.

No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal,

de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias;

ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado

como instrumentos de iniquidad, sino presentaos

vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos,

y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.

Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no

estáis bajo la Ley sino bajo la gracia.

¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la Ley

sino bajo la gracia? En niguna manera. ¿No sabéis que si

os sometéis a alguien para obedecerle, sois esclavos de

aquel a quien obedecéis, sea al pecado para muerte,

o sea de la obediencia para la justicia? Pero gracias a

Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis

obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la

cual fuisteis entregados; y libertados del pecado,

vinisteis a ser siervos de la justicia.

Hablo como humano, por vuestra humana debilidad;

que así como para iniquidad presentasteis vuestros

miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad,

así ahora para santificación presentad vuestros

miembros para servir a la justicia.

Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres

acerca de la justicia. ¿Pero qué fruto teníais de aquellas

cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin

de ellas es muerte. Mas ahora que habéis sido libertados

del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro

fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.

Porque la paga del pecado es la muerte, mas la dádiva

de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

 

Romanos 5-6 RV60

La tentación

Proceso de tentación 1

 

La serpiente era más astuta que todos los animales del campo

que Jehová Dios había hecho, y dijo a la mujer:

_¿Conque Dios os ha dicho: «No comáis de ningún árbol

del huerto?»

La mujer respondió a la serpiente:

_Del fruto de los árboles del huerto podemos comer,

pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios:

«No comeréis de él, ni lo tocaréis, para que no muráis»

Entonces la serpiente dijo a la mujer:

_No moriréis. Pero Dios sabe que el día que comáis de él

serán abierto vuestros ojos y seréis como Dios,

conocedores del bien y el mal.

Al ver la mujer que el árbol era bueno para comer,

agradable a los ojos y deseable para alcanzar la sabiduría,

tomó de su fruto y comió; y dio también a su marido,

el cual comió al igual que ella.

Entonces fueron abiertos los ojos de ambos

y se dieron cuenta que estaban desnudos.

Cosieron, pues, hojas de higuera y se hicieron delantales.

Luego oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba

por el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer

se escondieron de la presencia de Jehová Dios

entre los árboles del huerto. Pero Jehová Dios

llamó al hombre, y le preguntó:

_¿Dónde estás?

Él respondió:

_Oí tu voz en el huerto y tuve miedo, porque estaba desnudo;

por eso me escondí.

Entonces Dios le respondió:

_¿Quién te enseño que estabas desnudo?

¿Acaso has comido del árbol del cual yo te mandé que no comieras?

El hombre le respondió:

_La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí.

Entonces Jehová Dios dijo a la mujer:

_¿Qué has has hecho?

Ella respondió:

_La serpiente me engañó, y comí.

Y Jehová Dios dijo a la serpiente:

_Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias

y entre todos los animales del campo. Sobre tu vientre te arrastrarás

y comerás polvo todos los días de tu vida. Pondré enemistad entre ti

y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya;

esta te herirá en la cabeza, y tu le herirás en el talón.

A la mujer le dijo:

_Multiplicaré en gran manera los dolores en tus embarazos,

con dolor darás a luz los hijos, tu deseo será para tu marido

y él se enseñoreará de ti.

Y al hombre dijo:

_Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer y comiste del árbol

de que te mandé diciendo: «No comerás de él», maldita será la tierra

por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida,

espinos y cardos te producirá y comerás plantas del campo.

Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra,

porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres y al polvo volverás.

A su mujer Adán le puso por nombre Eva, por cuanto ella fue la madre

de todos los vivientes.

Jehová Dios hizo para el hombre y su mujer túnicas de pieles, y los vistió.

Luego dijo Jehová Dios: «El hombre ha venido a ser como uno de nosotros,

conocedor del bien del mal: ahora, pues, que no alargue su mano,

tome también del árbol de la vida, coma y viva para siempre»

Y lo sacó Jehová del huerto de Edén, para que labrara la tierra

de la que fue tomado.

Echó, pues, fuera al hombre, y puso querubines al oriente del huerto de Edén,

y una espada encendida que se revolvía por todos lados

para guardar el camino del árbol de la vida. Génesis 3 RV95

 

Proceso de tentación 2

 

Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto

para ser tentado por el diablo.

Después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches,

sintió hambre.

Se le acercó el tentador y le dijo:

_Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.

Él respondió y dijo:

_Escrito está: «No solo de pan vivirá el hombre,

sino de toda palabra que sale de boca de Dios»

Entonces el diablo lo llevó a la santa ciudad,

lo puso sobre el pináculo del Templo y le dijo:

_Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, pues escrito está:

«A sus ángeles mandará acerca de ti» y

«En sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie

en piedra»

Jesús le dijo:

_Escrito está también: «No tentarás al Señor tu Dios»

Otra vez lo llevó el diablo a un monte muy alto

y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo:

_Todo esto te daré, si postrado me adoras.

Entonces Jesús le dijo:

_Vete, Satanás, porque escrito está:

«Al Señor tu Dios adorarás y sólo a él servirás»

El diablo entoces lo dejó, y vinieron ángeles y lo servían. Mateo 4:1-11 RV95

 

Muchas cosas se pueden decir acerca de estos dos procesos de tentación,

pero sólo quiero señalar en este momento, una sola cosa:

Toda la clave está en la Obediencia.

El primer hombre decidió obedecer al diablo, otro ser creado;

el segundo Hombre, con mayúscula, porque mantuvo su dignidad

ya que estaba bien claro a quién le debía obediencia.

Al terminar el proceso de tentación  o prueba,

el primer hombre se encontró con una triste realidad: le habían engañado; moriría!

y no recibiría nada de lo que le prometió el mentiroso y padre de mentira.

El segundo Adán, nuestro Señor Jesucristo, después de mantener

su dignidad de HIjo de Dios, que el maligno quiso que pusiera en duda al decirle

«Si eres hijo de Dios…», salió victorioso y vinieron ángeles a servirle.

El enemigo siempre trata de que dudemos del amor de Dios y su cuidado hacia nosotros.

Cuando el maligno no podía hacer caer a Jesús, tuvo que sacar de su corazón

lo que realmente quería: adoración; «Todo esto te daré, si postrado me adoras»

La mejor manera de vencerlo, es a la manera de Jesús: Conociendo las Sagradas Escrituras

y mantieniendo una íntima comunión con nuestro Padre Celestial,

quien nos recuerda una y otra vez cuánto nos ama y que le pertenecemos a Él y a nadie más.

 

El ser humano siempre será esclavo de aquel o aquello que le domina.

«Al Señor tu Dios adorarás y sólo a él servirás»

Jesucristo es el Señor

A ustedes se les dio no sólo el privilegio

de confiar en Cristo sino también el privilegio

de sufrir por él.

¿Hay algún estímulo en pertenecer a Cristo?

¿Existe algún consuelo en su amor?

¿Tenemos en conjunto alguna comunión en el Espíritu?

¿Tienen ustedes un corazón tierno y compasivo?

Entonces, háganme verdaderamente feliz

poniéndose de acuerdo de todo corazón entre ustedes,

amándose unos a otros y trabajando juntos con un mismo

pensamiento y un mismo propósito.

No sean egoístas; no traten de impresionar a nadie.

Sean humildes, es decir, considerando a los demás

como mejores que ustedes.

No se ocupen sólo de sus propios intereses,

sino también procuren interesarse en los demás.

Tengan la misma actitud que tuvo Cristo Jesús.

Aunque era Dios, no consideró que el ser igual a Dios

fuera algo a lo cual aferrarse.

En cambio, renunció a sus privilegios divinos;

adoptó la humilde posición de un esclavo

y nació como un ser humano.

Cuando apareció en forma de hombre,

se humilló a sí mismo en obediencia a Dios

y murió en una cruz como morían los criminales.

Por lo tanto, Dios lo elevó al lugar de máximo honor

y le dio el nombre que está por encima

de todos los demás nombres para que,

ante el nombre de Jesús, se doble toda rodilla

en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra,

y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor

para gloria de Dios Padre.

Queridos amigos, siempre siguieron mis instrucciones

cuando estaba con ustedes; ahora que estoy lejos,

es aún más importante que lo hagan.

Esfuércense por demostrar los resultados de su salvación

obedeciendo a Dios con profunda reverencia y temor.

Pues Dios trabaja en ustedes y les da el deseo y el poder

para que hagan lo que a él le agrada.

Hagan todo sin quejarse y sin discutir, para que nadie

pueda criticarlos. Lleven una vida limpia e inocente

como corresponde a hijos de Dios y brillen como luces radiantes

en un mundo lleno de gente perversa y corrupta.

Aférrense a la palabra de vida; entonces,

el día que Cristo vuelva, me sentiré orgulloso de no haber corrido

la carrera en vano y de que mi trabajo no fue inútil.

Sin embargo, me alegraré aún si tengo que perder la vida

derramándola como ofrenda líquida a Dios,

así como el fiel servicio de ustedes también es una ofrenda a Dios.

Y quiero que todos ustedes participen de esta alegría.

Filipenses 1:29; 2:1-17 NTV

Estatua de oro del rey Nabucodonosor

El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro que media

veintisiete metros de altura y dos metros y medio de ancho

y la levantó sobre la llanura de Dura, en la provincia de Babilonia.

Luego envió mensajes a los altos funcionarios, autoridades,

gobernadores, asesores, tesoreros, jueces y magistrados

y a todos los funcionarios provinciales para que asistieran

a la dedicación de la estatua que había levantado.

De modo que todas estas autoridades vinieron y se pusieron de pie

ante la estatua que el rey Nabucodonosor había levantado.

Entonces un vocero proclamó:

«¡Gente de todas las razas, naciones y lenguas escuchen

el mandato del rey! Cuando oigan la trompeta, la flauta, la cítara,

la lira, el arpa, la zampoña y otros instrumentos musicales,

inclínense rostro en tierra y rindan culto a la estatua de oro

del rey Nabucodonosor. ¡Cualquiera que se rehúse a obedecer,

será arrojado inmediatamente en un horno ardiente!»

Así que al sonido de los instrumentos musicales, toda la gente,

de cualquier raza, nación o lengua, se inclinó rostro en tierra

y rindió culto a la estatua de oro que había levantado

el rey Nabucodosor.

Sin embargo, algunos de los caldeos se presentaron ante el rey

y denunciaron a los judíos. Dijeron al rey Nabucodosor:

«¡Que viva el rey! Usted emitió un decreto que exige a todo

el pueblo inclinarse y rendir culto a la estatua de oro al oír tocar

la trompeta, la flauta, la cítara, la lira, el arpa, la zampoña

y otros instrumentos musicales. Ese decreto también establece

que quien se rehúse a obedecer serán arrojados dentro de

un horno ardiente. Pues hay algunos judíos _Sadrac, Mesac

y Abed-nego_ a los que usted puso a cargo de la provincia

de Babilonia que no le prestan atención, su Majestad.

Se niegan a servir a los dioses de su Majestad y no rinden culto

a la estatua de oro que usted ha levantado»

Entonces el rey Nabucodonosor se enfureció y ordenó que

trajeran ante él a Sadrac, Mesac y Abed-nego. Cuando los trajeron,

Nabucodonosor les preguntó:

_¿Es cierto, Sadrac, Mesac y Abed-nego, que ustedes se rehúsan

a servir a mis dioses y a rendir culto a la estatua de oro que he

levantado? Les daré una oportunidad más para inclinarse y rendir

culto a la estatua que he hecho cuando oigan el sonido de los

instrumentos musicales. Sin embargo, si se niegan,

serán inmediatamente arrojados al horno ardiente y entonces,

¿qué dios podrá rescatarlos de mi poder?

Sadrac, Mesac y Abed-nego contestaron:

_Oh Nabucodonosor, no necesitamos defendernos delante

de usted. Si nos arrojan al horno ardiente, el Dios a quien

servimos es capaz de salvarnos. Él nos rescatará de su poder,

Majestad; pero aunque no lo hiciera, deseamos dejar en claro

ante usted que jamás serviremos a sus dioses ni rendiremos

culto a la estatua de oro que usted ha levantado.

Entonces Nabucodonosor se enfureció tanto con Sadrac, Mesac

y Abed-nego que el rostro se le desfiguró a causa de la ira.

Mandó calentar el horno siete veces más de lo habitual.

Entonces ordenó que algunos de los hombres más fuertes

de su ejército ataran a Sadrac, Mesac y Abed-nego

y los arrojaran al horno ardiente.

Así que los ataron y los arrojaron al horno, totalmente vestidos.

Ya que el rey, en su enojo, había exigido que el horno

estuviera bien caliente, las llamas mataron a los soldados

mientras arrojaban dentro a los tres hombres.

De esa forma Sadrac, Mesac y Abed-nego, firmemente atados,

cayeron a las rugientes llamas.

De pronto, Nabucodonosor, lleno de asombro, se puso de pie

de un salto y exclamó a sus asesores:

_¿No eran tres los hombres que atamos

y arrojamos dentro del horno?

_Sí, su Majestad, así es _le contestaron.

_¡Miren! _gritó Nabucodonosor_ ¡Yo veo cuatro hombres

desatados que caminan en medio del fuego

sin sufrir ningún daño! ¡Y el cuarto hombre se parece a un dios!

Entonces Nabucodonosor se acercó tanto como pudo

a la puerta del horno en llamas y gritó: «¡Sadrac, Mesac

y Abed-nego, siervos del Dios Altísimo, salgan y vengan aquí!»

Así que Sadrac, Mesac y Abed-nego salieron del fuego.

Entonces los altos fucionarios, autoridades, gobernantes

y asesores los rodearon y vieron que el fuego

no los había tocado. No les había chamuscado ni un cabello,

ni se les había estropeado la ropa. ¡Ni siquiera olían a humo!

Entonces Nabucodonosor dijo:

«¡Alabado sea el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego!

Envió su ángel para rescatar a sus siervos que confiaron en él.

Desafiaron el mandato del rey y estuvieron dispuestos a morir

en lugar de servir o rendir culto a otro dios

que no fuera su propio Dios. Por lo tanto, yo decreto:

Si alguien, cualquiera sea su raza, nación o lengua

habla en contra del Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego,

será despedazado y su casa será reducida a un montón

de escombros. ¡No hay otro dios que pueda rescatar

de esta manera!»

Luego el rey ascendió a Sadrac, Mesac y Abed-nego

a puestos aún más altos en la provincia de Babilonia.

 

Daniel capítulo 3. NTV