Así ha dicho Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni se alabe el valiente en su valentía, ni se alabe el rico en sus riquezas. Más bien, alábese en esto el que se alabe: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra, porque estas cosas me agradan, dice Jehová. (Jeremías 9:23-24)
Dios dice: «Si te vas a alabar, ¿puedes alabarte en el hecho de que estoy afectando tu vida; de que mis pensamientos se han vuelto tus pensamientos; de que mi manera de vivir, de andar y de funcionar ha venido también a ser la tuya? Sólo cuando eso suceda, podrás decir que me conoces.»
Por lo tanto, la cuestión es sencilla. ¿Puede usted alabarse de que conoce a Dios? ¿Puede alabarse de que no sólo ha establecido una relación con él, sino además lo conoce, de que ha entrado en una relación íntima con él, de que él ha influenciado su vida?
Esa es la cuestión, y quiero que tanto usted como yo experimentemos a Dios de una manera tal que afecte nuestras vidas. Entonces tendremos algo de lo cual alabarnos.
Me encanta la historia del pájaro carpintero que estaba picoteando un árbol. Justo después de salir volando, un rayo cayó sobre el árbol y lo partió de medio a medio. El ave oyó el ruido, miró hacia atrás, y dijo: «¡Vean lo que hice!»
Muchos de nosotros somos como pájaros carpinteros espirituales.
Somos como el rey Nabucodonosor. Como él decimos: «Miren la Babilonia que he construido. Miren la casa que he edificado. Miren el automóvil que poseo. Miren la universidad en la que estudié. Miren el trabajo que tengo. Miren lo que he hecho»
Pero la única razón por la que tenemos estas cosas es porque Dios controla los rayos. Por eso, Dios nos dice: «Alábate en conocerme; yo soy Jehová, que hago misericordia»
La palabra hebrea traducida como misericordia en Jer.9:24 es hesed, que significa «amor fiel». Quiere decir: «Yo he perseverado contigo, aunque tú no has perseverado conmigo. No te dejé, porque soy un Dios de justicia que gobierno con rectitud y soy justo. Tengo normas en la tierra y me deleito en ello»
El conocimiento de Dios siempre se hace presente en la historia. El se deleita en exhibir su misericordia, su justicia y su rectitud en la tierra. Por cosiguiente, usted no puede decir que conoce a Dios a menos que él se haya hecho presente en su historia personal; a menos que haya afectado su manera de tratar a su cónyuge, de criar a sus hijos, de gastar su dinero y de relacionarse con sus semejantes. Usted no conoce a Dios a menos que su conocimiento de él haya cambiado su vida.
Tony Evans (Nuestro Dios es maravilloso)