Lo Escogemos Nosotros

«El siervo del Señor debe ser benigno»
(2 Timoteo 2:24)

Cuando Dios nos conquista y quita de nosotros toda la dureza de
nuestra naturaleza, y obtenemos una vida profunda en el Espíritu
de Jesús, entonces es cuando vemos como jamás hemos visto,
la extraordinaria grandeza de mansedumbre de espíritu en este
universo oscuro y mundano.

Las gracias del Espíritu no se fijan en nosotros por casualidad,
y si no discernimos y escogemos ciertos estados de gracia
y los asimilamos en nuestros pensamientos, ellas nunca se
afirmarán en nuestra naturaleza o conducta.

Cada paso que avanzamos en la gracia debe estar precedido,
primeramente por una completa comprensión del mismo y
después, por medio de la oración, debemos decidir el poseerla.

Son muy pocos los que están dispuestos a sobrellevar los
sufrimientos que obran en nosotros la benignidad.
Antes de convertirnos en mansedumbre, debemos morir
y la crucifixión incluye el sufrimiento.
Es un verdadero quebrantamiento y trituración de uno mismo,
lo que exprime el corazón y conquista la mente.

Existe hoy día, una infinidad de santificación meramente mental
y lógica, que no es otra cosa que una ficción religiosa.
Consiste en colocarse uno mentalmente en el altar y en decir
mentalmente que el altar santifica el don y de aquí deducir
lógicamente que uno es santificado.
Tales personas tratan las cosas profundas de Dios de una forma
jocosa e irreverente y con una charlatanería teológica.

Pero las fibras naturales del corazón no se han roto, y el pedernal
Adámico no ha sido molido en el polvo y el pecho no ha palpitado
con aquellos tremendos suspiros de Gethsemaní, y no teniendo las
marcas verdaderas del Calvario, no puede haber aquella vida,
suave, dulce, gentil, victoriosa, rebosante y triunfadora que fluye
como una mañana de primavera, de una tumba vacía. G. D. W.

«Y gran gracia había en todos ellos»
(Hechos 4:33) 

Junio 11. Manantiales en el desierto.
Editorial Nuevo Mundo. 1979

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El profeta desobediente

He aquí un varón de Dios por palabra de Jehová vino de Judá a
Betel; y estando Jeroboam junto al altar para quemar incienso,
aquél clamó contra el altar por palabra de Jehová y dijo:
Altar, altar, así ha dicho Jehová:
He aquí que a la casa de David nacerá un hijo llamado Josías,
el cual sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los lugares altos
que queman sobre ti incienso, y sobre ti quemará huesos de
hombre.

Y aquel mismo día dio una señal, diciendo: Esta es la señal de
que Jehová ha hablado: he aquí que el altar se quebrará,
y la ceniza que sobre está se derramará.

Cuando el rey Jeroboam la palabra del varón de Dios, que había
clamado contra el altar de Betel, extendiendo su mano desde
el altar, dijo: ¡Prendedle!
Mas la mano  que había extendido contra él, se le secó, y no la
pudo enderezar. Y el altar se rompió, y se derramó la ceniza del
altar, conforme a la señal que el varón de Dios había dado por
palabra de Jehová.
Entonces respondiendo el rey, dijo  al varón de Dios:
Te pido que ruegue ante la presencia de Jehová tu Dios,
y ores por mí, para que mi mano me sea restaurada.
Y el varón de Dios oró a Jehová, y la mano de rey se le restauró,
y quedó como era antes.

El rey le dijo al varón: Ven conmigo a casa, y comerás, y yo te daré
un presente.
Pero el varón de Dios dijo al rey: Aunque me dieras la mitad de tu
casa, no iría contigo, ni comería pan ni bebería agua en este lugar.
Porque así me está ordenado por palabra de Jehová, diciendo:
No comas pan, ni bebas agua, ni regreses por por el camino
que fueres.

Regresó, pues, por otro camino, y no volvió por el camino por
donde había venido a Betel.

Moraba entonces en Betel un viejo profeta, al cual vino su hijo y
le contó todo lo que el varón de Dios había hecho aquel día en
Betel; le contaron también a su padre las palabras que había
hablado al rey.
Y su padre le dijo: ¿Por cuál camino se fue?
Sus hijos le mostraron el camino por donde había regresado el
varón de Dios que había venido de Judá.
Y él dijo a sus hijos: Ensilladme el asno.
Y ellos le ensillaron el asno, y él lo montó.
Y yendo tras el varón de Dios, le halló sentado debajo de una
encina, y le dijo: ¿Eres tú el varón de Dios que vino de Judá?
El dijo: Yo soy.
Entonces le dijo: Ven conmigo a casa, y come pan.
Mas él respondió: No podré volver contigo, ni iré contigo,
ni tampoco comeré pan ni beberé agua contigo en este lugar.
Porque por palabra de Dios me ha sido dicho:
No comas pan ni bebas agua allí, ni regreses por el camino por
donde fueres.

Y el otro le dijo, mintiéndole:
Yo también soy profeta como tú, y un ángel me ha hablado por
palabra de Jehová, diciendo:
Tráele contigo a tu casa, para que coma pan y beba agua.

Entonces volvió con él, y comió pan en su casa, y bebió agua.

Y aconteció que estando ellos en la mesa, vino palabra de Jehová
al profeta que le había hecho volver.
Y clamó al varón de Dios que había venido de Judá, diciendo:
Así dijo Jehová: Por cuanto has sido rebelde al mandato de
Jehová, y no guardaste el mandamiento que Jehová tu Dios te
había prescrito, sino que volviste, y comiste pan y bebiste agua
en el lugar donde Jehová te había dicho que no comieses pan
ni bebieses agua, no entrará tu cuerpo en el sepulcro de tus
padres.

Cuando había comido pan y bebido, el que le había hecho volver
le ensilló el asno.
Y yéndose, le topó un león en el camino y le mató; y su cuerpo
estaba echado en el camino, y el asno junto a él, y el león también
junto al cuerpo.

Y he aquí unos que pasaban, y  vieron el cuerpo que estaba echado
en el camino, y el león que estaba junto al cuerpo; y vinieron y lo
dijeron en la ciudad donde el viejo profetas habitaba.

Oyéndolo el profeta que le había hecho volver del camino, dijo:
El varón de Dios es, que fue rebelde al mandato de Jehová;
por tanto, Jehová lo ha entregado al león, que le ha quebrantado
y matado, conforme a la palabra de Jehová que él le dijo.
Y habló a sus hijos, y les dijo: Ensilladme el asno.
Y ellos se lo ensillaron.
Y él fue, halló el cuerpo tendido en el camino,y el asno y el león
que estaban junto al cuerpo; el león no había comido el cuerpo,
ni dañado al asno.
Entonces el profeta tomó el cuerpo del varón de Dios, y lo puso
sobre el asno y se lo llevó. Y el profeta viejo vino a la ciudad,
para endecharle y enterrarle.
Y puso el cuerpo en su antiguo sepulcro; y le endecharon,
diciendo: ¡Ay, hermano mío!
Y después que le hubieron enterrado, habló a sus hijos,
diciendo:
Cuando yo muera, enterradme en el sepulcro en que está
sepultado el varón de Dios; poned mis huesos junto a los suyos.
Porque sin duda vendrá lo que él dijo a voces por palabra de
Jehová contra el altar que está en Betel, y contra todas las casas
de los lugares altos que están en las ciudades de Samaria.

Con todo esto, no se apartó Jeroboam de su mal camino, sino que
volvió a hacer sacerdotes de los lugares altos de entre el pueblo,
y a quien quería lo consagraba para que fuese de los sacerdotes
de los lugares altos. Y esto fue causa de pecado a la casa de
Jeroboam, por lo cual fue cortada y raída de sobre la faz de
la tierra.

1 Reyes 13. Santa Biblia. RVR60. Sociedades bíblicas unidas.

Cuando Dios te ha dado una palabra a ti,
muchas pruebas vendrán para sacarte
del camino señalado.
Las más difíciles son las pruebas internas,
porque es el medio donde nos debemos
encontrar más seguros.
El profeta joven le creyó al profeta viejo,
uno de su mismo medio.
La obediencia es a Dios, y si alguien te da otra palabra,
consulta a Dios; aunque sé que Dios no cambia sus órdenes
a cada rato. Subimos de nivel sólo si salimos aprobados.
Vemos aquí que tanto animales como personas
están sujetos a la voluntad de Dios, y cuando él
da una orden, todos obedecen.

«Quienes predican a otros la ira de Dios,
por fuerza han de tener un corazón duro,
si no tiemblan ellos mismos bajo tal mensaje»

Dios es Bueno, y no quiere que nadie se pierda,
sino que todos procedan al arrepentimiento
de sus malas obras, para ser sanados y restaurados.

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Así es Tu amor

Tu amor es como un río
que nunca cesará
Y en Tu presencia
ese río se desbordará

Tu amor es eterno
y siempre me sustentará
Y de ese amor
las naciones experimentarán

Así es Tu amor
Más fuerte que la tristeza
En todo tiempo
Tu amor fluye como un río,
Mi Señor

Kike Pavón y Jaime Murrell

«Bendeciré a Jehová en todo tiempo;
su alabanza estará continuamente en mi boca»
Salmo 34:1

No hay nada mejor que estar en Su presencia!
Dios es omnipresente, y puede hacer morada
en cada corazón que lo invite.
Dios en más grande y fuerte que
la tristeza, el dolor, la escasez, la enfermedad,
la opresión, el temor, rencor, acusación,
y cualquier otro gigante que se levante
con la intención de destruirnos.
Sobre toda prueba que estemos pasando,
Dios es Rey Soberano.
Toda la tierra será llena del conocimiento de Dios,
pues Él mismo se dará a conocer.

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Dios Es El Capitán

«Este es el reposo, dad reposo al cansado, y este es el refrigerio»
(Isaías 28:12)

Muchas veces, me parece, el Señor nos quiere hacer las siguientes
preguntas:
¿Por qué te turbas a ti mismo? ¿De qué te sirve que te irrites?

Estás a bordo de un buque, el cual no puedes dirigir aunque el
Gran Capitán te ponga en el timón. A ti no te es posible ni aún
izar la vela, y sin embargo te atormentas como si fueras el capitán
y el timonero. No te impacientes, Dios es el Capitán.

¿Crees que todas estas turbaciones y alborotos exteriores
demuestran que Dios ha dejado Su trono?
No, hombre, Sus corceles galopan furiosamente y Su carroza es
la tempestad, pero en sus mandíbulas llevan un bocado y Él tiene
las bridas en Sus manos y los guía como Él quiere.
Cree que Jehová sigue siendo el Capitán.
¡Que la paz te acompañe!
No tengas miedo. C. H. Spurgeon.

Te suplico que no te desesperes.
Esta es una tentación peligrosa y refinada, no una tentación
grosera del enemigo.
La melancolía contrae y marchita el corazón, y lo inhabilita para
recibir  las impresiones de la gracia.
Exagera y da un falso colorido a las cosas y hace que tu carga sea
demasiado pesada para sobrellevarla.
Los designios de Dios con respecto a ti, y los métodos que Él usa
contigo son infinitamente sabios. Madame Guyon.

En el abismo del dolor,
O en donde brille el sol mejor,
En dulce paz, o en lucha cruel,
Con gran bondad me guía Él.

No abrigo dudas, ni temor,
pues me conduce el buen Pastor.

Tu mano quiero yo tomar,
Jesús, y nunca vacilar;
Pues sólo a quien te sigue fiel
Se oye decir: me guía Él.
E. Velasco

Junio 1. Manantiales en el desierto.
Editorial Mundo Hispano. 1979
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«De Jehová es la tierra y su plenitud;
el mundo, y los que en él habitan»
Salmo 24:1

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