Aliméntate de Su fidelidad

«Aliméntate de su fidelidad» (Salmo 37:3 Versión inglesa)

Una vez encontré a una pobre anciana que ganaba su precaria vida, realizando diariamente un trabajo penoso, pero que era una cristiana alegre y triunfante.
«¡Ah! Nancy,» le dijo una anciana melancólica un cierto día, «está bien el estar contenta ahora; pero creo que los pensamientos del futuro debieran hacerte sollozar.»
«Solamente, supón por ejemplo que te pusieses enferma y no pudieses trabajar; o supón que las personas que te tienen empleada se marchasen y ninguna otra te diese trabajo; o supón_» «Cállate, «Yo nunca supongo. El Señor es mi Pastor, y sé que nada me faltará. Y mira,» continuó diciendo a su melancólica amiga, «todas esas suposiciones son las que están haciendo que no puedas hacer nada. Lo mejor que puedes hacer, es, abandonar todas esas suposiciones y confiar en el Señor.»

Hay un texto que puede con todas las «suposiciones» de la vida de un creyente si se recibe y aplica con una fe infantil. Dicho texto se encuentra en Hebreos 13:5,6: «Estad contentos de lo presente; porque El dijo, no te desampararé, ni te dejaré. De tal manera que digamos confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me hará el hombre».» H.W.S.

El águila que se remonta por el aire más elevado, no se preocupa cómo cruzar los ríos._Seleccionado.

Del libro: Manantiales en el desierto. Tomo I

«Yo os muestro un camino más excelente»

«Yo os muestro un camino más excelente» 1 Corintios 12:31

Tracé cuidadosamente mis planes y el futuro parecía brillante: mis sueños y esperanzas eran altos. Al final de cada día, al arrodillarme en oración, pedía «Señor, bendice mis planes pues los he hecho en grande». Mis planes fracasaron, mis esperanzas poco a poco se derrumbaron, mis ambiciones todas se disiparon y el fracaso coronó mis sienes. Confundido, no podía comprender. Me había arrodillado a orar por cada plan y esperanza. ¿Por qué no se me había contestado? Entonces, en la quietud de la noche, desde las sombras circundantes, oí una suave voz susurrante que me llamaba a acercarme a Él. _¿Por qué no dejas que Yo trace tus planes? Ya conozco el sendero. Deja el futuro en mis manos por tí heridas, y te guiaré paso a paso_. Avergonzado, incliné humillado la cabeza. Una luz nueva y extraña me inundó el alma. Ya no oro «Señor bendice mis planes», sino «Señor traza mis planes»; el futuro en tus manos he entregado»

Manantiales en desierto. Tomo II

Cristo, nuestro ejemplo

Lo que puede ser cierto de otros ejemplos, no lo es con Jesús. Tanto si se trata de un presidente u hombre de estado, inventor o novelista, atleta o artista, todos los otros grandes ejemplos pueden inspirar, pero no pueden capacitar. Pueden motivarnos, pero no tiene poder para cambiarnos. Nada queda de Benjamín Franklin que pueda convertirnos en el inventor que él fue. Pero cuando se trata de Cristo, las cosas son diferentes. El dice, en efecto: «¿Quieren vivir mi vida? Aquí está mi poder». He aquí que El nos fortalece en nuestro interior. «Quieren complacer a mi Padre Celestial? Aquí está mi capacitación». Y El nos habilita por su Espíritu.
Habiendo fallado mucho más de lo que he tenido éxito en muchos de mis sueños, eso me parece muy estimulante. Y quizás tú tendrás que decir lo mismo. Habiendo estado sumergidos en pecado toda nuestra vida, luchando por sacar la cabeza del agua para respirar, podemos encontrar gran esperanza en la capacidad que El nos da no sólo de respirar, sino de nadar libremente. Ves, Cristo no solamente vivió una vida ejemplar, sino también hace posible que nosotros hagamos lo mismo. Nos da un patrón para que lo sigamos por fuera, al mismo tiempo que nos proporciona por dentro el poder necesario para lograrlo. Y ¿ saben para qué nos capacita eso? ¡Para reir de nuevo!
Hablo en sentido literal cuando digo que durante años Jesús me ha hecho reir. Debido a que tenemos su ejemplo para seguirlo y su poder para lograrlo, tú y yo no necesitamos fingir los resultados, ni apresurar las cosas ni esforzarnos por coseguirla. Una vez que El domina nuestra mente, las actitudes correctas producen los actos correctos.

Del libro:Sonrie otra vez. Charles Swindoll