DIOS GOBIERNA
La soberanía de Dios significa que él ejerce su privilegio de hacer lo que quiera con su creación. Dios puede hacer lo que quiera simplemente porque todo le pertenece. “De Jehová es la tierra y su plenitud, el mundo y los que en él habitan” Salmo 24:1 En virtud de su condición de dueño, puede hacer lo que quiera.
Cuando usted comience a hacer universos, crear planetas y dar vida, quizás entonces podrá comenzar a decirle a Dios cómo tiene que gobernar el universo.
Pero hasta que eso ocurra no podrá ejercer esa prerrogativa divina. Esa prerrogativa (o privilegio) corresponderá siempre a Dios, no a nosotros, y él hace como quiere.
Dios es soberano. Eso significa que no existe la buena o mala suerte. Nada ocurre por casualidad. Todo lo que le ocurre a usted, bueno o malo, tiene que pasar por las manos de Dios.
A Dios no se le escapa ni el más mínimo detalle de nuestra vida. Eso a nosotros nos crea un problema, porque hay que responder a la siguiente cuestión: Si en realidad Dios es esta clase de Dios, ¿qué importancia tienen mis decisiones? Si él es soberano y ya ha determinado todo lo que sucederá de acuerdo con sus planes, ¿por qué entonces, tengo yo que decidir?
Aquí nos encontramos con una antinomia, es decir, una contradicción entre dos verdades paralelas. Por un lado, tenemos a un Dios soberano; y por el otro, me toca a mí decidir. Pero si soy yo quien decido, ¿qué tanto está Dios en control? Y si él en verdad está en control, ¿por qué tengo que decidir?
Dios ha determinado en su soberana voluntad dónde quiere llegar. Pero dentro del contexto de su voluntad, tiene muchas maneras de lograrlo. De modo que él le permite a usted tomar decisiones. Las decisiones que usted tome no determinarán que Dios llegue a donde quiere llegar. Él siempre llegará a su destino, pero las decisiones que usted tome afectará la ruta que él tome. Dios llegará a su destino, ya sea a través de usted, con usted, sin usted, o a pesar de usted. A fin de cuentas, sin embargo, aún la ruta que usted escoja será la que él soberanamente ya había decidido para lograr el objetivo predeterminado.
Dios ha determinado que los hombres lo alabarán por toda la eternidad. O sea, uno de los objetivos hacia los cuales Dios se mueve, es que todos los hombres creados den gloria a su nombre por siempre jamás. Algunos lo harán en el cielo gozándose en su reino por toda la eternidad. Otros estarán dando la gloria a Dios, pero en el infierno. En el infierno no hay ateos. Nadie allí puede dudar de la existencia de Dios.
Todos los hombres, y por toda la eternidad, harán exactamente lo que Dios les ha ordenado hacer. Pero les ha dado la oportunidad de decidir cuál ruta tomar.
Nadie frustrará los planes de Dios. Lo único que podemos hacer es cooperar con él.