La conciencia, marca de Dios

C.K. Chesterton dijo una vez: «Cuando un cocodrilo devora al décimo explorador no oye ninguna voz que le diga: ‘¡Venga, venga!, sé un buen cocodrilo’ pero cuando un hombre perjudica a algún prójimo la conciencia le dice: ‘Sé y pórtate como un hombre’ El cocodrilo no tiene conciencia, el hombre la tiene»

¿Quién puso esa cosa tan extraña dentro de nosotros? Ciertamente, no nosotros mismos. La única respuesta es que somos seres morales y la conciencia señala a un Dios moral como nuestro Hacedor y Creador. La inteligencia no puede venir de la no inteligencia. Lo moral no puede venir de lo no moral. La personalidad es la cosa más preciosa del mundo. Es, pues, evidente que una personalidad anterior a nosotros, y evidentemente superior a nosotros mismos tiene que habernos hecho, y ha de ser, la Bondad y la Justicia suprema.

Samuel Vila. Enciclopedia de Anécdotas e Ilustraciones. Vol. 2

Por la medida de otros

En un pueblecito, un hombre, al ir todos los días a trabajar en la fábrica, se paraba siempre delante de un escapate de una tienda del pueblo y estaba allí unos segundos, después de los cuales seguía su camino. Esto lo hizo varios años, dos veces cada día.

El dueño del establecimiento estaba intrigado por saber por qué motivo aquel vecino miraba el escaparate pero nunca entraba en la tienda. Un día decidió preguntarle qué era lo que le hacía detenerse y mirar. Le esperó a que pasara, y cuando llegó le dijo:

_Vecino, llevo muchos meses observando que usted se pone frente a mi escaparate, mira y luego se va. ¿Qué es lo que mira?

Su respuesta fue:

_Yo trabajo en la fábrica del pueblo y una de mis responsabilidades es tocar la sirena a la hora de la entrada al trabajo.

Al ir cada día a la fábrica, paso por aquí para comprobar si el reloj que usted tiene en la pared lleva la hora exacta. Si hay alguna variación con el mío pongo mi reloj con el suyo y así toco la sirena en el momento exacto.

El comerciante le había estado escuchando, primero con curiosidad y después con asombro, cuando al terminar el primero le dijo:

_Pues mire lo que son las cosas de la vida, yo pongo la hora en mi reloj cuando escucho el toque de la sirena de la fábrica. Cada vez que suena la sirena, yo miro mi reloj y si hay variación la corrijo poniéndolo en hora con el toque de la sirena.

 

Hay muchas personas en la vida que ponen el reloj de su existencia según la hora que marquen los demás, acomodándose a las opiniones y a la moda de su tiempo; no tienen nunca hora propia ni buscan ningún punto de referencia más alto para fijarla.

La imitación de los demás es un gran error y pérdida para muchos asuntos de la vida, pero lo es mucho más cuando se trata de las cosas espirituales que tiene que ver con el porvenir eterno de nuestras almas. Deber de todo pensador es escudriñar las cosas y tener un criterio propio fijo. Ésta ha sido a través de los tiempos la actitud de los grandes líderes de la humanidad, tanto en ciencia como en religión.

Afortunadamente, en este último asunto tan importante tenemos la revelación de Dios a los hombres, según lo expresa el autor de la carta a los Hebreos 1:1-3. Este punto de vista es tan importante que muchos millares han estado dispuestos a dar su vida sin dejarse influenciar por el criterio u opiniones de su época.

Samuel Vila. Enciclopedia de Anécdotas e Ilustraciones. Vol. 2.