El ordenar nuestro mundo interior no puede ocurrir sin una
gran resistencia mental y el crecimiento intelectual que dicha
resistencia produce.
En esta sociedad la presión en que vivimos, la gente que no está
mentalmente en forma suele sucumbir a ideas y sistemas que
resultan destructivos para el espíritu humano y para las
relaciones humanas.
Son engañados porque no se han enseñados a sí mismos a pensar,
ni han emprendido la búsqueda permanente del desarrollo mental.
Al no tener el recurso de una mente vigorosa, llegan a depender
cada vez más de los pensamiento y de las opiniones de otros.
En vez de abordar ideas y cuestiones, se reducen a sí mismos a una
vida llena de reglas, sistemas y programas.
El suicidio en masa llevado a cabo en Guyana, en 1978, por los
miembros se El Templo del Pueblo, es un vivo ejemplo de a dónde
puede conducir la insensatez.
Al permitir que Jim Jones pensase por ellos, los adeptos de la secta
se expusieron al desastre. Vaciaron sus propias mentes y dependieron
del funcionamiento de la de su líder.
Y cuando la mente de Jones dejó de funcionar como es debido, todos
sufrieron las consecuencias. El líder les había prometido a la gente
dirección en medio de un mundo hostil y violento. Les había ofrecido
respuestas y sustento. Y ellos, como precio por tal seguridad,
renunciaron a su derecho de ejercer un juicio independiente.
No es que la gente cuya mente no está fortalecida para resistir sea
siempre de corta inteligencia. En absoluto, sino que simplemente no
se han detenido a pensar que el uso de la mente, con el fin de crecer,
es parte necesaria de un estilo de vida agradable a Dios.
Resulta fácil caer en la trampa de permitir que nuestra mente se
vuelva flácida, especialmente cuando hay muchas personas
dominantes a nuestro alrededor, que estarían encantadas de pensar
por nosotros.
Tal negligencia puede verse en una familia falta de equilibrio
_y de piedad_ en la que uno de sus miembros, varón o mujer,
intimida a todos los demás para que le dejen tomar todas las
decisiones y de opinar por todos. Tenemos muchos ejemplos
de iglesias en la que los laicos delegan la reflexión en un pastor
altamente dominante. La tercera epístola de Juan habla en contra
de un hombre llamado Diótrefes, un líder laico, quien, al igual que
Jim Jones, tenía prácticamente a todo el mundo bajo su control.
Los creyentes simplemente le entregaban su poder de raciocinio.
Ponga orden en su mundo interior. Gordon MacDonald.
Editorial Betania. 5ta. impresión 2010.
@emldg