Si conservas tu juicio,
aunque los otros
estén perdiendo el suyo,
y te culpen de ello;
Si crees en ti mismo,
aunque otros duden,
pero eres indulgente
ante sus dudas;
Si sabes esperar
pacientemente
y, aun viviendo
rodeado de mentira,
la mentira nunca
está en tu boca;
Si eres a un tiempo odiado
y no respondes con iguales armas
y no te muestras falsamente santo
ni finges al hablar mucho talento;
Si puedes soñar,
sin que te domine
el sueño,
y pensar,
sin ser esclavo
de la mente;
Si eres inmune
al triunfo y al fracaso
Si tratas a esos dos impostores
del mismo modo;
Si escuchas tu verdad
en otras bocas
que de ella se sirven
para fines propios .
Si ves desmoronarse
aquello por lo que has
dado tu vida
y te inclinas para volver
construirlo de nuevo
con útiles gastados;
Si puedes arriesgar
cuanto ganaste
a una carta, y perder,
y retirarte y volver
a empezar como si nada
y no pronunciar palabra
sobre tu pérdida;
Si puedes forzar tu cuerpo,
corazón, nervios y músculos
que te sirvan aunque
ya no tengas fuerzas
y mantenerte firme
cuando nada queda,
salvo la voluntad que dice:
«¡Aguanta!»
Si hablas con la gente
y conservas tu virtud,
si estás entre reyes
y no pierdes tu integridad;
Si no pueden herirte
tus enemigos
ni tampoco tus amigos;
Si todos ponen en ti su confianza
y ésta no queda defraudada;
Si puedes llenar
cada minuto implacable
con sesenta segundos
que merezcan
haber sido vividos;
el Mundo es tuyo,
con todos sus tesoros,
y aún más, hijo mío,:
¡Serás Hombre!
Rudyard Kipling
Inspiración
Me inspira la idea de poder tener el suficiente buen juicio
como para saber mantener mi propio sentido del equilibrio
y la integridad, cuando rehúso integrarme en la locura que
me rodea, a pesar de lo que piensen los demás.
«Sé tú mismo» es el consejo que se da aquí, al igual que
en muchas otras partes de este libro, y cuando soy capaz de
hacerlo sin juzgar a los que me rodean, me siento reconfortado.
Quiero que mis hijos o cualquiera que decida hacer de mí
su maestro cultive su integridad personal y su equilibrio
en cualquier circunstancia.
Estoy inspirado cuando puedo utilizar la hipocresía para que
me recuerde cuánto me desagrada.
Antes solía utilizar la hipocresía de los demás como punto
de partida para la mía.
Si la gente me mentía, yo podía hacer lo mismo en algún
momento, aunque no me agradara actuar de ese modo.
Me resulta tan desagradable que me mientan que hago todo
lo posible para evitar hacer lo mismo.
Estoy inspirado cuando soy un buen perdedor en mi vida.
No siempre he sido así, ni tampoco lo soy siempre ahora,
pero he mejorado mucho.
Me gusta tanto la acción y competir como me ha gustado siempre,
pero ahora puedo retirarme en paz cuando ha finalizado
la competición y sé que mi auténtico yo le tiene sin cuidado
los resultados.
El acto de participar significa que puedes ganar o perder,
y los resultados son impostores que se hacen pasar por
tu verdadero yo.
Me gustaría que mis hijos supieran que esto no son sus victorias,
ni tampoco sus fracasos.
Me encanta cuando leo alguna mala crítica sobre alguno de
mis libros y me siento exactamente igual que si leo una que
me pone por las nubes.
Te puedo asegurar que no siempre he sido así.
Antes solía preguntar a mi agente:
«¿Dónde estoy en la lista de los libros más vendidos?»
Ahora sé cuál es la diferencia entre yo y mis libros,
y nunca pregunto, pero si lo hago, formulo la pregunta
de la siguiente manera:
«¿En qué puesto está mi libro en la lista de los más vendidos?»
Lo importante es saber dónde está la diferencia.
Ahora sé que yo no soy lo que hago, y me identifico con
esa alma eterna e invisible que observa las acciones y sabe
que los éxitos y los fracasos son meras sombras de
su verdadero yo.
Me encantaría que mis hijos y mis alumnos experimentaran
esa libertad.
Estoy inspirado cuando las decisiones que tomo se basan en
lo que siento y no en los posibles resultados.
Esos son los momentos en los que puedo rechazar una lucrativa
oferta televisiva para dar una charla benéfica, y no solo no me
preocupo por ello, sino que no siento la necesidad de
mencionárselo a nadie; también son los momentos en los que
puedo ser generoso sin que nadie lo sepa.
Estoy inspirado cuando dejo de emitir juicios basándome en las
apariencias, los éxitos y las posesiones, y veo únicamente la
manifestación de Dios en todas las personas.
La tentación de clasificar a las personas según estos parámetros
es a veces abrumadora y siempre les digo a mis hijos que nunca
pierdan su integridad.
Mi familia ha sido bendecida con cierto poder adquisitivo, y me
siento muy contento cuando comparten esa bendición y resisten
la tentación de considerarse superior a los demás por ese simple
hecho.
Estoy inspirado cuando veo que vivo según me dicta mi conciencia
y cada vez tengo menos necesidad de demostrar mi valía.
Estoy inspirado cuando puedo leer poesía todo el día y luego
escribir sobre ella, en lugar de dedicarme a otra actividad más
lucrativa.
Estoy inspirado cuando ya no siento la necesidad compulsiva de
convencer a los demás de que tengo razón, incluso aunque esté
seguro de que lo que digo es totalmente cierto.
Quiero que mis hijos y mis alumnos conozcan la dicha y el sentido
de realización que resulta de seguir el propio destino y llevar a
cabo nuestras heroicas misiones, aunque los que nos rodean,
incluido yo mismo, prefiera otra cosa.
Todas estas cualidades, que Kipling describe magistralmente en su
poema ‘Si’ expresan a mi entender lo que verdaderamente quiere
transmitir en su conclusión. Si puedes hacer todo esto, sentirás la
inspiración y «el mundo es tuyo, con todos sus tesoros, y aún más,
hijo mío, ¡Serás Hombre!»
Esta fue su forma de decirle a su hijo que la madurez significa ser
uno mismo, sin que te importe la opinión de los demás.
Cuando hayas madurado en estas cualidades, obtendrás todo
lo que siempre has deseado tener.
La Sabiduría de todos los Tiempos. Wayne Dyer.
@emldg