Nuestra más grande necesidad

Si nuestra más grande necesidad hubiera sido información,

Dios nos hubiera enviado un educador.

Si nuestra más grande necesidad hubiera sido la tecnología,

Dios nos hubiera enviado un científico.

Si nuestra más grande necesidad hubiera sido dinero,

Dios nos hubiera enviado un economista.

Si nuestra más grande necesidad hubiera sido placer,

Dios nos hubiera enviado un comediante.

Pero nuestra más grande necesidad era el perdón,

Por eso Dios nos envió un Salvador.

Por qué hay mal en el mundo?

¿Por qué hay mal en el mundo?

 

Ante todo, Dios no causa el mal. El mal es el resultado de dos fuerzas importantes: la primera es un ser que se llama Satanás. Hay un ser espiritual que es enemigo de la humanidad. Es maligno, muy poderoso y quiere destruir a Dios, por lo que trata de destruir al hombre y la mujer, quienes son hechos a imagen y semejanza de Dios. Gran parte de las tribulaciones que hay en el mundo son resultados directos del mal que causa el diablo en el mundo.

La segunda fuente del mal es el corazón humano. Dios sabía que hay mucha maldad oculta en el corazón de los hombres que, precisamente a causa de esa iniquidad, se lastiman unos a otros. Por ello tenemos guerras, crímenes, injusticias, racismo y toda clase de dolores y aflicciones.

El mal existe debido a Satanás y a la naturaleza del hombre, y el mal tiende a multiplicarse. La sociedad en conjunto comienza a adquirir una naturaleza maligna. Lo cierto es que, si Dios no le diera a los hombres la oportunidad de ser malos, no habría libertad. ¿Qué sucedería si cada vez que un hombre maldijera al Señor se le pudriera la lengua? Dios podría hacer esto; pero en ese caso, estaría gobernando el universo por medio del terror. El Señor no es un dictador sino que, por el contrario, desea que los hombres decidan amarle y servirle, además de hacer lo que es bueno. La otra cara de esa elección es que el hombre pueda decidir no servir a Dios y hacer lo que es malo. Darle al hombre la libertad de escoger entre el bien y el mal(libre albedrío) ha sido la norma del Señor desde que creó a Adán, el primer hombre.

Adán fue lo que denominamos" Cabeza federal" de la humanidad. De la misma forma que un presidente de un país puede tener impacto en todos los ciudadanos, así la decisión que tomó Adán afectó a toda la humanidad, ya que todos estamos marcados por su pecado original. Cuando Adán desobedeció a Dios, la muerte vino no solo a la humanidad, sino tambien a los animales, las plantas y la tierra en conjunto. A partir de ese momento, el hombre tuvo que esforzarse y someterse a toda clase de tensiones para sobrevivir. La caída de Adán introdujo al mundo en el dolor y los sufrimientos, como lo indica Génesis cap. 3.

Apenas unas generaciones después de Adán, la Biblia indica que los hombres se habían entregado casi totalmente al mal. Eso muestra la rapidez con que se extiende el mal y como progresa de generación en generación.

La humanidad está entrelazada de tal manera que podemos sacar provecho de la sabiduría y las bendiciones acumuladas por los que vivieron antes de nosotros; pero también recibimos una herencia de sus blasfemias y maldad.

Al principio, Adán se encontraba en un punto neutro, desde el punto de vista moral. Tenía capacidad de escoger pecar o no pecar. El pecado de Adán predispuso a todos sus descendientes al mal. Por consiguiente, todos tenemos una tendencia que nos atrae hacia el pecado.

Es de veras muy lamentable que haya mal en el mundo. Sin embargo, lo verdaderamente nuevo es que existe un modo de vencer al mal: por medio del Hijo de Dios, Jesucristo.

Por medio de su muerte en la cruz, Jesucristo nos salva de todos nuestros pecados pasados, presentes y futuros. Todos hemos quebrantado la ley de Dios y el pago del pecado es la muerte (Rom. 3:23). Por su parte Jesucristo no pecó nunca y, por lo tanto, como "segundo Adán" inmaculado, pudo morir en el lugar de todos los pecadores humanos. Todos somos esclavos del pecado y necesitamos un Salvador: Jesucristo, que pagó el precio con su vida por ti.

Hoy puedes ser libre del pecado y la maldad entregando tu vida a Cristo tal como estás, y él te dará su vida, vida de libertad para amar a Dios y a los demás seres humanos. 

HERIDO POR MÍ

Herido por mí

Lectura: Isaías 53

Mas Él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades. –Isaías 53:5.

Un hombre que se encontraba profundamente perturbado por sus pecados soñaba de manera viva que veía a Jesús cuando un soldado lo azotaba salvajemente. Cuando el cruel látigo caía sobre la espalda de Cristo, el observador se estremecía, pues las terribles cuerdas dejaban unas heridas feas y abiertas sobre su cuerpo sangrante e hinchado. Cuando el que blandía el látigo levantó el brazo para golpear al Señor otra vez, el hombre se apresuró a detenerlo. Cuando lo hizo, el soldado se dio la vuelta, y el soñador se asustó al ver su propio rostro.

Despertó sudando frío, consciente de que su pecado había infligido aquel atroz castigo al Salvador. Al pensar en el sufrimiento de Cristo recordó estas palabras de Isaías 53:5: "Mas Él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra paz, cayó sobre Él, y por sus heridas hemos sido sanados."

¡Qué maravilloso es que el Señor Jesucristo sufriera y muriera para redimir a un mundo pecaminoso y perdido! Él fue herido por nuestras transgresiones. "Todos nosotros nos descarriamos como ovejas –pero ¡bendito sea Dios!– el Señor hizo que cayera sobre Él la iniquidad de todos nosotros" (Isaías 53:6).

En cierto sentido, el Viernes Santo fue el día más oscuro de la historia humana. Pero gracias al sacrificio de Jesús por nosotros, la cruz en realidad fue ¡la mayor victoria de todas las edades! 

CRISTO FUE ENTREGADO POR NUESTROS PECADOS PARA QUE NOSOTROS PUDIÉRAMOS SER LIBRADOS DE ELLOS.