Mientras viajaba en tren la otra noche, me puse a pensar en una
pregunta que me había hecho mi sobrina Linda, mientras
empaquetaba mi valija para hacer un viaje a la costa del este.
_Tía Mary _me dijo_, tú no te afliges nunca por nada ¿verdad?
¿No te preocupa pensar lo que pueda pasarte cuando seas
demasiado vieja para ir de una punta a la otra del país,
dando charlas en las iglesias, como haces ahora?
En esa ocasión le contesté muy brevemente:
_No me aflijo porque conozco a Dios. Lo quiero y le pertenezco
por esta vida y para la eternidad. Creo lo que él me dice, y trato
de obedecer lo que sé acerca de su manera de hacer las cosas.
Se me ocurrió anoche que tal vez podría responder de una forma
más amplia a su pregunta _ una forma que sirviera para que
otros pudieran utilizarla también para sus vidas.
Alguien dijo una vez que si se tomaba una pajita y se la arrojaba
al Golfo de México a favor de la corriente, la fuerza de la
corriente del Golfo la arrastraría hasta entrar al Océano
Atlántico.
Pero si se arrojaba la pajita en contra de la corriente, entonces
las olas la levanrían y la arrojarían junto con la resaca de la costa.
La gente es igual que una paja en el gran océano de los propósitos
y del amor de Dios. Algunos se colocan en contra de la corriente
por tratar de hacer su propia voluntad en vez de ponerse en línea
con la voluntad poderosa de Dios. Se mezclan ansiosos con la
resaca y se desgastan y agitan con el agua, tratando de moverse
en su propia dirección.
Carecen así de un sentido de destino que les permita sentirse
llevados a través de un océano de circunstancias, por un poder
más grande que ellos.
Son los «eternos preocupados» de esta vida, y muchos de ellos
profesan ser cristianos.
Hay algunas cosas concretas que podemos hacer para ponernos
en línea con «la corriente del golfo» de los propósitos amantes
de Dios, y con las leyes que permiten que éstas se cumplan.
Esto fue lo que quise decir cuando afirmé que conocía a Dios
_no lo conozco totalmente, por supuesto, sino sólo ínfimamente.
Y también cuando afirmé que le pertenecía _es decir, que me he
colocado en la corriente, en línea con sus fuerzas_ y trato de
obedecer lo que ya conozco acerca de su manera de hacer las
cosas.
La gente suele dar muchas excusas para andar afligida y
preocupada, pero creo que básicamente, éstas pueden
clasificarse en tres grandes grupos.
Según la Biblia hay tres razones básicas por las cuales los
cristianos, y también los que no son, padecen necesidades
por falta de alimento, ropa, casa, trabajo creativo, relaciones
humanas armoniosas, salud, adecuada educación mental,
emocional y espiritual.
La vida es como un vestido de una pieza, sin costura,
y no es posible separar las necesidades materiales de las
espirituales.
Si pertenecemos a Dios, entonces todas nuestras necesidades
son sus necesidades. Y la necesidad que él ha puesto de que
nuestros cuerpos se alimenten es tan espiritual como la necesidad
de que tengamos ideas adecuadas.
Las tres razones básicas que quisiera señalar, son las siguientes:
Primero: «Porque piden mal»
Dice Santiago que «si lo piden, no lo reciben porque piden mal,
para gastarlo en sus placeres» (Santiago 4:3 Versión Popular)
Algunas personas no reciben las cosas que necesitan, y por las
cuales ruegan, porque piden por motivos errados, en una actitud
egoísta, que trata de usar a Dios como un gran Papá Noel.
Segundo: «porque no tienen fe»
Jesús dijo repetidas veces «conforme a tu fe te sea hecho,» cuando
quería señalar a sus discípulos la causa de sus fracasos.
Hay varios impedimentos para llegar a este tipo de fe que puede
recibir lo que Dios ya tiene previsto darnos.
Tercero: «Porque no piden»
Dice Santiago»No tienen porque no piden»
Pedir es mucho más que pronunciar un deseo, o formular un pedido.
Es arrojarnos como paja en la gran corriente de las leyes de Dios.
Pedir implica actuar, antes que hablar.
Es comportarnos de tal manera que la corriente pueda fluir a través
de nosotros.
Mi propósito es contarles algunas de las cosas que he aprendido
sometiéndome a estas leyes.
Si podemos apropiarnos de estas cosas y practicarlas, nosotros
también nos descubriremos dueños de una fe como la que
demostraba el profeta Habacuc, en estas palabras:
«Aunque la higuera no florezca,
Ni en las vides haya fruto,
Aunque falte el producto del olivo,
Y los labrados no den mantenimiento,
Y las ovejas sean quitadas de la majada,
Y no haya vaca en los corrales;
Con todo, yo me alegraré en Jehová,
Y me gozaré en el Dios de mi salvación.
Jehová es el Señor de mi fortaleza,
El cual hace mis pies como de ciervas,
Y en mis alturas me hace andar»
Habacuc 3:17-19 RVR)
Como ven, los cristianos no deberían preocuparse por el
«alto costo de la vida.» Su preocupación debería ser el aprender
los secretos para una «vida elevada,» porque de ese modo,
obedeciéndolos, podemos independizarnos de los recursos
visibles y no afligirnos si parecen fallarnos o si dan la impresión
de estar agotados.
Es con gran gozo y mucha fe que ofrezco este libro para que esa fe
pueda convertirse también en la de mis lectores.
Dios puede satisfacer
nuestras
necesidades humanas
Mary Welch. Más que pajarillos. Editorial Vida. 1977.